1. INICIARSE EN LA ARQUITECTURA. INTRODUCCIÓN.

    



INICIARSE EN  LA ARQUITECTURA /1

-INTRODUCCIÓN-

Después de muchos años visitando arquitecturas de todo tipo, tanto en este país como allende de sus fronteras, con el paso del tiempo y a medida que fui profundizando de forma autodidacta más allá de mi formación específica como arquitecto, he llegado a la conclusión de que dichas visitas eran tanto más satisfactorias cuánto más conocimiento hubiera adquirido sobre lo visitado; tanto del aspecto técnico del edificio en sí como de su contexto histórico, social, artístico, etc. El recorrido por el interior de una catedral gótica, por ejemplo, es enormemente más satisfactorio si eres consciente de quién, cómo y porqué fue construida de esa forma, así como entender la estructura social y religiosa de la época en que se construyó. De esta forma uno puede ir recreándose y descubriendo durante su recorrido mil y un detalles que enriquecen de manera notoria la visita. Además se toma conciencia de que cuánto más te interesas en un determinado apartado más necesitas profundizar en él. Una especie de armario con muchos cajones que, a medida que los vas abriendo, vas descubriendo que tienen otros cajones en su interior por abrir en una sucesión que no parece tener fin.
Viene esto a cuento porque durante esas visitas observo a mucha gente que, aun demostrando un indudable interés por lo que están viendo, sus impresiones no van más allá de la mera sensación visual, sin duda muy enriquecedora pero lamentablemente muy lejos de lo que podrían conseguir si observaran esos mismos espacios con un mayor bagaje de conocimientos. Y eso es realmente una pena. Personalmente, de vez en cuando me he hecho acompañar por amigos, en principio poco interesados en el tema, pero que una vez que les vas facilitando información adicional que les ayude a entender el espacio arquitectónico que se está visitando, pasan de una simple impresión visual inicial a un interés más explícito por los cómos y los porqués de cada uno de los detalles.
Por ello me he decidido a aportar mi pequeño granito de arena en apoyo de todas aquellas personas que disfruten visitando cualquier monumento arquitectónico y que, por falta de conocimientos más profundos -que por otra parte al ser profanos en la materia no tienen porqué tener- se sientan un tanto impotentes al no poder entenderlo al menos con un cierto nivel de profundidad sin haber estudiado disciplinas como Historia del Arte o Arquitectura. Con la serie de artículos que inicio hoy pretendo mostrar una especie de manual sencillo -bajo el punto de vista de un arquitecto- para entender fácilmente la arquitectura a un nivel tal que permita disfrutar más de esas visitas; todo ello, como es lógico, atendiendo solamente a características de tipo general de las distintas épocas arquitectónicas, invitando, eso sí, a que a partir de ahí el lector que quiera pueda profundizar por su cuenta en aspectos puntuales.
En este primer capítulo me vais a permitir que, por considerarlo absolutamente necesario, entremos en el ámbito arquitectónico explicando -en términos meramente intuitivos- aspectos técnicos que tienen una importancia fundamental para entender la evolución de las distintas arquitecturas a través de la historia, como veremos a lo largo de los siguientes capítulos.
En la construcción de los edificios existen dos tipos de esfuerzos: tracción y compresión. Creo que es fácil entender que un esfuerzo de tracción aparece en los cables de los que cuelga un peso y un esfuerzo de compresión en las columnas que están soportando un peso. Así mismo existe el concepto de flexión que aparece cuando en un elemento actúan al mismo tiempo la compresión y la tracción. Imaginemos, por ejemplo, una viga –también llamada dintel o arquitrabe- de goma apoyada en dos columnas y con una carga superior.




En este caso se puede apreciar que la viga se comprime por la parte superior -esfuerzo de compresión- y se estira por la parte inferior -esfuerzo de tracción-. Aunque para hacerlo más comprensible he puesto de ejemplo un material muy flexible como la goma, el hecho es que, aunque no lo podamos apreciar a simple vista, el mismo efecto se produce con cualquier otro material del que esté constituida la viga, incluso, aunque parezca increíble, la misma piedra.
Pues bien; los distintos materiales que, desde las primeras civilizaciones hasta la actualidad, se han utilizado en la construcción de los edificios -madera, piedra, adobe, ladrillo, hormigón, acero, etc.- soportan de forma diferente los esfuerzos de compresión y de tracción, llegando en algunos casos –como en la piedra- a ser absolutamente dispares. (La tracción que puede soportar es, aproximadamente, 1/30 de lo que soporta a compresión). Este hecho, aparentemente sin mayor relevancia, ha tenido una influencia decisiva en la evolución de la arquitectura desde las primeras civilizaciones hasta bien entrado el siglo XIX, con la aparición del acero y, posteriormente, del hormigón. Veamos el porqué.
Desde que nuestros ancestros primitivos abandonaron el nomadismo y comenzaron a establecerse de forma sedentaria dando lugar a las primeras civilizaciones –según los historiadores en las regiones mesopotámicas- se vieron obligados a sustituir su hábitat natural –cuevas y demás rincones protegidos- por lo que hoy podemos considerar las primeras arquitecturas las cuales, personalmente, se me ocurre denominar como “artefactos construidos artificialmente para albergar personas animales o cosas”.  En su más primigenia construcción, y de forma conceptual, estaban constituidas por un techo y unas paredes que protegiendo su interior de diversos factores como el clima, ataques desde el exterior, etc., permitían unas mínimas condiciones de uso interior. Así pues los primeros habitáculos consistían en disponer un elemento horizontal –dintel o arquitrabe- que trabajaba a flexión, como ya hemos visto, apoyado en otros elementos verticales –columnas o muros- trabajando a compresión y enviando verticalmente hasta el cimiento todo el peso que soportaban. Como los materiales que se manejaban entonces tenían poca resistencia a la tracción, y por tanto a la flexión, los elementos verticales de apoyo no podían separarse excesivamente creando espacios interiores salpicados de columnas o muros portantes. Este tipo de construcción recibe el nombre de “arquitectura arquitrabada o adintelada”.


Posteriormente -aunque al parecer ya se conocía en Mesopotamia fueron los romanos los que lo impusieron definitivamente- apareció el arco como alternativa constructiva.



 Formado por piezas denominadas dovelas, su disposición es tal que permite que el peso que soporta se distribuya a través de ellas hasta llegar a los muros, simplemente a compresión, sin ningún tipo de tracción. Ello hace que, utilizando la piedra para construirlas, una material altamente resistente a la compresión, con ellos se puedan construir las bóvedas y lograr espacios interiores de grandes dimensiones sin ningún tipo de apoyo intermedio; la denominada “arquitectura abovedada”.






 Pero este tipo de construcción presenta un grave inconveniente: las cargas que se suceden a través de las dovelas, al llegar a los muros, producen el empuje vertical de su peso hacia los cimientos, pero también ocasionan unos muy importantes empujes laterales…




Pues bien; la forma en cómo se contrarrestan esos empujes laterales es de una importancia decisiva y ha condicionado la mayor parte de la evolución de la historia de la arquitectura, desde la época romana hasta la aparición del acero en el siglo XIX, el cual, hoy en día, y gracias a su altísima resistencia a la tracción, permite soluciones porticadas de grandes dimensiones sin elementos de apoyo intermedios que harían pensar en cosa de brujerías a nuestros ancestro.



Esta simples consideraciones técnicas nos ayudarán a entender mucho mejor los distintos estilos arquitectónicos y su evolución en el tiempo, que en los próximos artículos iré repasando para aquellos que sientan algún tipo de inquietud al respecto.

Madrid, enero de 2015

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