SANTA SOFÍA. PROPUESTA ALTERNATIVA
IGLESIA DE SANTA SOFÍA EN COSTANTINOPLA.
-ANÁLISIS Y PROPUESTA ALTERNATIVA-
Contexto histórico.
La revuelta producida por la insurreción Nika en Bizancio, en el año 532, en la cual se destruyó la catedral entre otros edificios,
ofreció al emperador Justiniano la
oportunidad de construir una nueva basílica, la más impresionante de la
cristiandad, que reflejara la magnitud del poder alcanzado por el Imperio hasta
esos momentos. Los encargados del proyecto fueron dos autoridades en la materia
en aquella época, si bien en especialidades diferentes pero básicamente
complementarias: el lidio Antemio de
Tralles, el cual, según la terminología actual podría catalogarse como
arquitecto, con conocimiento de pintura y escultura y experto en geometría
descriptiva; y el jonio Isidoro de
Mileto, que siguiendo con las comparaciones actuales sería el ingeniero,
con conocimientos más profundos en dinámica y matemáticas.
Planteamiento inicial del proyecto.
El planteamiento inicial del
proyecto aspiraba a la coexistencia entre la planta central y la basilical. Era
empeño, quizá del propio Justiniano, el resolver la cubierta del edificio
mediante un sistema abovedado, con una gran
cúpula, pero manteniendo el carácter longitudinal de la tipología basilical. Éste fue
precisamente el reto mayor al que se enfrentaron los autores del proyecto.
Hasta aquella fecha, las soluciones de cubierta con cúpula central respondían a
plantas bisimétricas. Es decir; plantas circulares o poligonales en edificios
no basilicales, fundamentalmente mausoleos, o incluso en planta de cruz griega
con algún tipo de alteraciones. Estos fueron los casos del Panteón de Agripa en Roma (siglo I); Batisterio de Letrán en Roma (324), Mausoleo de Santa Constanza, en Roma (350), San Lorenzo de Milán, (siglos IV-V), San Vital de Rávena, (en construcción en aquella época), Santa Irene de Costantinopla, -en su
diseño inicial, antes de la reconstrución en 740-, y, sobre todo, la iglesia de los santos Sergio y Baco, en
la misma Costantinopla, la cual se puede considerar como un primer tanteo sobre
lo que después sería Santa Sofia.
Panteón de Agripa |
Mausoleo de Santa Constanza |
Batisterio de Letrán |
San Lorenzo de Milán |
San Vital de Rávena |
Santa Irene de Costantinopla |
Iglesia de los santos Sergio y Baco |
En todas estas edificaciones la cúpula central guardaba una
correspondencia fiel con el carácter de la planta a la que cubría. Es decir: a
una planta centralizada le correspondía un cubierta con idéntica tendencia centralizadora. Sin embargo
en el caso de Santa Sofía la pretensión de Justiniano era la de resolver un
edificio que, en planta, respondiera funcionalmente a las necesidades del culto
a desarrollar en una basílica, con espacios jerarquizados según la tipología
clásica en este tipo de templos para albergar los distintos estamentos del
clero, encabezados por el patriarca y el emperador acompañado de su corte, y los
fieles, hombres y mujeres, con su ubicación diferenciada, etc. Ello implicaba
un trazado de planta con una acentuada tendencia longitudinal. Sin embargo, en un segundo condicionante, la cubierta
del edificio debería olvidarse de cualquier planteamiento arquitrabado, caso de
las primeras basílicas paleocristianas, y resolverse mediante un sistema abovedado, con una gran cúpula central, para aprovechar su
enorme riqueza espacial y enfatizar su carga simbólica.
Solución adoptada.
La solución adoptada por Antemio
e Isidoro es de una gran originalidad a la vez que de una inusitada brillantez técnica. Se trata de un
proyecto concebido exclusivamente desde el interior
al intentar situar una cúpula de 31 metros de diámetro a 51 metros del suelo,
siendo su aspecto exterior la consecuencia
de la adicción y superposición de todos aquellos elementos necesarios para tal
fin. Construida con ladrillos dispuestos a sardinel para aligerar su peso, la
cúpula es del tipo gallonado, rebajada exteriormente y casi de medio punto por el interior, aumentando
de esa forma su canto en la zona de mayores empujes, con 40 huecos de
iluminación en su perímetro, lo cual la hace aparecer como suspendida en el aire. De la sustentación vertical
del propio peso de la cúpula se encargan los enormes pilares en las esquinas, sobre los que descansan los cuatro arcos
torales que conforman un cuadrado de
44 metros de lado, efectuándose la transición al mismo mediante cuatro
triángulos esféricos denominados pechinas, brillante solución técnica
con enorme trascendencia en arquitecturas de los siglos posteriores. (Dibujo
1).
Pero el principal problema
técnico que plantean estas soluciones abovedadas es la forma de contrarrestar los enormes empujes horizontales que se producen en
los arranques. (Dibujo 2).
En Santa Sofía, para ello,
se utilizan dos tipos de contrarrestos.
En la sección este-oeste, con una elegancia exquisita, se hace cabalgar a la
cúpula, en cada uno de los extremos, sobre sendas semicúpulas del mismo diámetro, apoyadas a su vez en otras tres más
pequeñas. El sistema permite casi “visualizar”, cual catarata de fuerzas, como
caen los empujes desde la base de la cúpula
hasta el nivel del suelo que los absorbe. (Dibujo 3). Sin embargo, en la
sección norte-sur (dibujo 4), es un sistema formado por sendas bóvedas de cañón y dos enormes estribos o contrafuertes donde se alojan las escaleras- el encargado de
trasmitir a los cimientos los empujes horizontales producidos en el arranque de
la cúpula. (Dibujo 4).
En principio esta solución
implicaría una planta de cruz griega, pero es aquí donde vuelve a brillar la
sutileza del diseño porque, con el fin de buscar el carácter longitudinal de la
planta, en los testeros norte y sur se establece una “veladura” mediante un
cierre producido por huecos y arcadas que limitan
lateralmente el espacio interior, mientras que éste se desarrolla de forma
absolutamente continua sobre un marcado eje longitudinal de la nave principal,
recuperando el carácter basilical a
lo cual colabora la disposición, al final del eje, del ábside central oriental.
Sustentación de la cúpula en sentido este-oeste |
Sujección de la cúpula mediante contrafuertes en sentido norte-sur |
Los dos testeros norte y sur
se estructuran en tres cuerpos que, de abajo arriba, están formados por un
pórtico de 4 enormes columnas y arcos de medio punto; nuevo pórtico con seis
columnas; y muro del tímpano con ventanas, todo ello produciendo una gran sensación de ligereza.
El conjunto se remata con la organización del acceso occidental
mediante la disposición sucesiva del atrio, exonártex y nártex
dando entrada a nueve puertas.
Espacio interior.
Mientras en las soluciones
clásicas la percepción unitaria espacial se limita a la proyección vertical de
la zona que abarca la cúpula, en este caso se enriquece enormemente esa
sensación debido a la ocultación de
elementos sustentantes. Así, la sabia disposición de los elementos
secundarios hace que el conjunto se
visualice como una especie de ópalo esférico por la unidad y armonía
espacial obtenidas. La cúpula, interiormente, se extiende de forma natural en
sentido este-oeste, todo ello favorecido por la brillante disposición de los huecos para la entrada de la luz
dispuestos en los arranques de las semicúpulas, así como en el muro del ábside
oriental. Al mismo tiempo la limitación espacial en los testeros norte y sur no
se realiza de forma radical sino que, de nuevo, la filtración de la luz a travé
de arquerías y ventanas superiores establece una permeabilidad tal que nos hace recuperar sutilmente las naves
laterales de la tipología basilical,
así como las tribunas superiores o triforium.
Interior en sentido longitudinal este-oeste |
Fachada sur interior |
Es muy importante resaltar
los recursos de materiales y tonalidades cromáticas utilizados en el
revestimiento interior para enfatizar todas estas sensaciones. Así, se crea una
sensación de ligereza y movimiento al cubrir las paredes con colores resplandecientes: mármoles
policromos de pórfido o basalto en las columnas, pilares y zócalos de los
muros, y de tonos grises en el pavimento; mosaicos con motivos estrellados
sobre fondo de oro en las paredes altas y zonas del intradós de las cúpulas;
capiteles con follaje de hojas y ramas resaltando sobre un fondo oscuro;
enjutas de los arcos revestidas de encajes de zarcillos; etc.
Con todo ello la luz se
convierte en la protagonista del
interior. Según Procopio de Cesárea, historiador de Justiniano... “Los
destellos de la luz impiden al espectador detener su mirada en los detalles;
cada uno de ellos atrae la vista y la conduce hacia otro. El movimiento
circular de la mirada se reproduce hasta el infinito, pues el espectador no es
capaz de elegir en todo el conjunto lo que sería de su preferencia”.
Referencias simbólicas.
Todo este escenario enriquece simbólicamente la celebración
litúrgica. La nave central albergaba a los principales protagonistas,
-emperador, patriarca, clero y nobleza, mientras en las naves laterales y tribunas
se ubicaban, por separado, los fieles,
hombres y mujeres. Aunque en algunos momentos de la celebración éstos
invadieran la nave central, la separación se recuperaba inmediatamente. Al
finalizar el acto el emperador y el patriarca se intercambiaban el beso de
la paz bajo la cúpula, convirtiéndose ésta en el símbolo de su unión. En realidad todo dimana de la cúpula. Simbolizaba el cielo al mismo tiempo que era el lugar de transición entre la eternidad
divina y el periodo transcurrido hasta su Encarnación en la tierra,
perfectamente visible por los principales protagonistas desde la zona
privilegiada de la nave central, mientras a los fieles sólo se les permitía
adivinarla parcialmente a través de la luz y el colorido que emanaba de ella.
De este modo el interior de Santa Sofia se convertía, simbólicamente, en un universo espiritual, con la recreación
de la imagen de la presencia divina contemplada mediante los ojos del espíritu.
Realmente, alguien que no la conociera, ¿cómo podría imaginarse que este exterior tan mastodóntico y masificado...
Exterior de la basílica |
Imagen interior de la cúpula |
Reflexión final.
Ante todo lo expuesto, Santa Sofía supone un
antes y un después en la evolución de la arquitectura religiosa sobre todo en
la solución de cubiertas en forma de cúpula. Todo ello adquiere su verdadera
dimensión si tenemos en cuenta que fueron necesarios novecientos años hasta
que, en el Renacimiento, Brunelleschi, con su Santa María in Fiori de
Florencia, le diera justa réplica.
Propuesta personal alternativa.
A modo de interpretación muy
personal, el que esto escribe quisiera concluir con una reflexión sobre la
Santa Sofía que pudo haber sido y no fue. Si atendemos exclusivamente al
carácter arquitectónico de la obra, prescindiendo de la premisa inicial del
proyecto relativa a resolver el programa funcional de una basílica cristiana,
con el mantenimiento de todos los criterios tipológicos inmanentes a la misma
en aquella época, es posible que el resultado final hubiera superado al
ejecutado en la realidad. En efecto; no es difícil imaginar a un Antemio de
Tralles, arquitecto que debió beber en la fuentes del clasicismo tan próximo,
guiarse por las directrices de un colega suyo, Vitrubio, que, poco más de cinco siglos atrás, en sus Diez
Libros de Arquitectura,
describía a ésta como un compendio de las cualidades de venustas, firmitas e utilitas.
Si nos atenemos a estos
criterios, Antemio consigue respetar el de utilitas
(funcionalidad) al resolver un edificio que responde perfectamente al programa
funcional para el que es construido. Sin embargo quizás no quedara totalmente
satisfecho en cuanto al cumplimiento de los otros dos preceptos, aunque todo
ello sea consecuencia, paradójicamente, de resolver técnicamente el reto antes
mencionado de la dualidad cúpula-planta no centralizada.
Según Procopio, durante la
construcción, hubieron de efectuarse diversas rectificaciones sobre la marcha a
la altura de los arcos torales, para corregir desplomes en los pilares. Es
posible que ello pudiera estar motivado por la solución técnica adoptada para
contrarrestar los empujes, ya que al no
ser uniforme a lo largo del perímetro implicaba diferentes comportamientos en la sujeción de la cúpula. Estaríamos
pues ante una solución técnica “forzada”
contraviniendo la condición de firmitas
(técnica constructiva coherente) de Vitrubio.
Finalmente, como ya ha
quedado reseñado, Santa Sofia es, fundamentalmente, un riquísimo espacio interior que no tiene
correspondencia en su aspecto formal
exterior. Es aquí donde quizás
también se rompe con la condición vitrubiana de venustas (belleza), ya que, dentro de ese apartado se
incluyen conceptos como el de la “honestidad”
del edificio. No tanto por no “contar” desde afuera cómo es su interior, -se
pueden hacer arquitecturas “neutras” exteriores que desarrollan todo su valor
en el interior, caso de las mezquitas- sino por “engañar”, dicho con el mayor de los respetos, al espectador
respecto a lo que en su interior se va a encontrar. Una cúpula vista desde el
exterior hace pensar, necesariamente, en un espacio interior centralizado bajo
la misma, cosa que no ocurre en Santa Sofía.
Es por ello que, de haber
tenido libertad Antemio de Tralles para trabajar con la planta de cruz griega,
posiblemente hubiera repetido para los
contrarrestos de la cúpula en las fachadas norte y sur, la misma solución abovedada
utilizada en las zonas oriental y occidental, siendo fácilmente imaginable, si
tomamos como referencia la solución adoptada, cómo se habría incrementado la
grandiosidad del conjunto con esa hipotética solución.
Planta original Planta como alternativa al proyecto original |
Madrid, abril de 2015
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