CÚPULA DE SAN PEDRO EN ROMA.


CÚPULA DE SAN PEDRO. HISTORIA DE UNA LAMENTABLE INTERVENCIÓN ARQUITECTÓNICA. 


Cuando a menudo nos quejamos de las múltiples intervenciones arquitectónicas que se perpetran en la actualidad al actuar sobre edificios histórico-artísticos, al reformarlos o ampliarlos, abunda la idea de que eso sólo acontece en esta época que nos ha tocado vivir, y es de opinión generalizada el respeto que en épocas pretéritas se tenía con los monumentos arquitectónicos. Nada más lejos de la realidad ya que existen muchos ejemplos que nos demuestra lo contrario, como éste que veremos a continuación.

A principios del siglo XVI Bramante recibió el encargo del Papa Julio II para la sustitución de la antigua basílica de San Pedro por una nueva construcción. Su proyecto original se concibió como una gran cúpula en medio de una planta centralizada, modelo que se implantó en el Renacimiento como alternativa a la clásica planta en cruz latina, tipología utilizada para las iglesias desde que en la época paleocristiana se empezó a utilizar la basílica romana para las ceremonias religiosas. Así pues, y tomando como referencia, por un lado la iglesia de San Marcos, en Venecia, y por otro la colosal cúpula de Santa María in Fiori, construida en Florencia en el siglo anterior por Brunelleschi, Bramante proyectó una gran cúpula en el medio de una planta en forma de cruz griega inscrita en un cuadrado, rematada con un ábside en cada brazo, escoltada por cuatro cúpulas más pequeñas y a acompañando el conjunto con una torre en cada esquina, todo ello con un trazado estrictamente bisimétrico.
Planta de Bramante

Perspectiva del proyecto de Bramante

Una vez iniciada la construcción en sus cuatro enormes pilares centrales, y tras el fallecimiento de Bramante, fueron varios los arquitectos que continuaron con la misma -entre ellos Rafael- pero finalmente, en 1546 y a requerimiento del Papa Pablo III, Miguel Ángel se hizo cargo de las obras Para ello, partiendo de esas primeras trazas, reformó radicalmente el proyecto acentuando de forma magistral la unidad espacial de la que carecía el proyecto de Bramante y sustituyendo uno de los cuatro ábsides por un gran acceso porticado sobre escalinata. De este modo la cúpula adquiría exteriormente un protagonismo trascendental. Posteriormente, a la muerte de Miguel Ángel, Giacomo della Porta la remató con un trazado exterior más apuntado que contribuyó a incrementar su majestuosidad y elegancia.
Planta de Miguel Ángel
Cúpula final

El problema apareció posteriormente, ya en el siglo XVII. Como consecuencia de la Contrarreforma, la Iglesia decidió manifestar su primacía  espiritual sobre las nuevas corrientes protestantes mediante ampliación de San Pedro, primero y de la ejecución de la plaza adyacente posteriormente.

Maderno se encargó de ampliar la basílica, efectuando una prolongación de la planta desplazando el acceso exteriormente y creando un atrio y una fachada frontal única, a modo de telón escénico, que, aun respetando las normas compositivas, se olvidaba descaradamente de establecer relación con la estructura formal de la basílica original con la excepción del mantenimiento de su nivel de cornisa.
Planta de Maderno

 La repercusión en cuanto a la percepción visual de la edificación fue brutal, ya que el edificio quedó escondido detrás de la nueva fachada y su elemento fundamental, la cúpula, pasó a un segundo plano desvirtuándose desgraciadamente la idea original de Bramante y, sobre todo, de Miguel Ángel. 

Ampliación de Maderno. La fachada ocultando la iglesia posterior.
Posteriormente Bernini diseñó la plaza de forma monumental, creando dos cuerpos laterales  que se prolongaban en sendas columnatas en forma oval, simbólicamente a modo de "brazos de madre acogiendo a los fieles". Todo ello con un marcado carácter escenográfico como correspondía a la época barroca en la que se desarrolló.
Plaza de Bernini

Aunque el conjunto de la plaza en relación con la fachada es grandioso, la repercusión que sufre la idea original de la iglesia, con la cúpula como elemento dominante, es dramática. Este efecto se puede apreciar por el paseante que efectúa el recorrido de aproximación a la basílica a lo largo de la Via Consolazione, después de dejar a la derecha el castillo de Sant'Angelo. Como se aprecia en la siguiente secuencia fotográfica, la cúpula, por efecto de la perspectiva, a modo del ocaso del sol al atardecer, se va ocultando a medida que uno se va acercando a la plaza de San Pedro. Una vez allí, y al aproximarse a la escalinata de acceso, atravesando la plaza, el efecto se acentúa de forma dramática hasta hacerla desaparecer totalmente quedando a la vista solamente una fachada monumental, de bella composición en si misma, pero que nos oculta la maravillosa obra del genial Miguel Ángel.













Por todo ello recomiendo expresamente al visitante interesado en recuperar la esencia del proyecto original que efectúe una doble visualización alternativa a San Pedro:

-Bien mediante una visualización lejana, ubicándose en un edificio de altura desde donde poder adquirir un punto de vista superior que permita apreciar la cúpula en su verdadera dimensión.



-O, por otro lado, intentar una visión del conjunto desde la parte posterior de la basílica, donde se pueden apreciar todavía los volúmenes originales con esa maravillosa cúpula cabalgando sobre los ábsides y las pequeñas esquinas, que reciben un tratamiento unitario al quedar unificados por la prolongación de su nivel de cornisa.



Realmente es una buena oportunidad para comparar  lo que supuso realmente la maravilla de la obra arquitectónica de Miguel Ángel, unitaria y rotunda en sus formas, y su evolución posterior barroca, recreándose en los juegos volumétricos de luces y sombras con un marcado carácter escenográfico. Si el maestro levantara la cabeza, considerando su fuerte carácter, quedaría espantado y echaría pestes de lo que hicieron sus sucesores barrocos con su maravillosa cúpula.

Madrid, mayo 2015



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